La Puerta de Carmona
era una de las más antiguas e importantes de todas las que se abrían en la
vieja muralla hispalense. Databa de época
romana (al igual que la cercana de la Carne) y a ella llegaban los Caños de Carmona, que morían en el torreón que la flanqueaba por
el lado derecho. Además, a sus pies nacían los caminos que comunicaban Sevilla con Madrid, con Andalucía
Oriental y, por supuesto, con la ciudad de Carmona y toda la fértil comarca que se extendía a su alrededor.
Era conocida así desde época
musulmana (la bab Qarmuna)
y siguió llamándose igual una vez reconquistada la ciudad por las tropas de San Fernando.
Tras diversas obras de reparación y adecentamiento, en 1578 se reconstruye totalmente bajo
los auspicios del Conde de Barajas
y la dirección de Asensio de Maeda,
tomando la forma que prácticamente mantendría hasta su demolición.
Fue prisión de caballeros (que eran recluidos en celdas
habilitadas en las dos torres situadas a sus flancos), sobre el arco de medio
punto se situaba un primer cuerpo en el que destacaba el escudo de armas de los
Duques de Alcalá, sobre el que
asimismo se ubicaba un segundo cuerpo en el que aparecía una imagen de la Purísima Concepción que estuvo allí
hasta la invasión francesa.
Además de su importantísimo cometido comercial, la Puerta de Carmona tuvo un ajetreado historial
bélico, demasiado para las contiendas que realmente ha vivido la ciudad.
Así, en el año 889
vio la entrada de las tropas califales que provenientes de Córdoba sofocaron una revuelta de la
población de la Isbilya
musulmana; ya en 1540, salieron
por ella las tropas sevillanas que acudieron al auxilio de Gibraltar, que estaba siendo saqueada
por los corsarios de Barbarroja.
Dice la tradición que tan grande e imponente era el pendón de la ciudad que
portaban las tropas hispalenses (capitaneadas por d. Rodrigo de Saavedra) que hubo que pasarlo por encima de la muralla
ya que era imposible sacarlo por la puerta.
En este mismo sitio tuvo lugar el último combate librado en Sevilla por las tropas napoleónicas,
que salieron de ella para siempre en Agosto
de 1812. Lamentablemente, el Mariscal Soult había huido antes con
todos los cuadros y obras de arte que había logrado recopilar a lo largo
de su "fructífero" mandato.
Finalmente en 1843,
durante el asedio sufrido por la ciudad en las guerras carlistas, cayeron según palabras de d. Alfonso Álvarez-Benavides 24 bombas
sobre esta Puerta, o lo que es lo mismo, la friolera de 161 kg de hierro.
Sin embargo no sería una bomba ni una escaramuza bélica la que
se la llevaría por delante, sino que sería derribada por métodos más
tradicionales y pacíficos: y es que evidentemente la piqueta hizo de las suyas y en Diciembre de 1868, por el módico precio de 8.198 maravedíes, desaparecía para
siempre y por los siglos de los siglos la Puerta de Carmona, el escudo de armas de los duques de Alcalá, la prisión de los
caballeros y mas de 2000 años de
historia de la ciudad.
Como vestigio de este pasado tan sólo nos queda hoy en día un
pequeño y cochambroso lienzo de muralla en la calle San Esteban sólo visible a través de unas rejas que tiene en
parte continuación hasta la calle
Estella por la medianera de los edificios que configuran esa manzana
(cuyos otros dos límites son la calle
Tintes y Menéndez y Pelayo).